MARIE PASTEUR (1.826-1.910, Clermont-Ferrand, Francia)

Como en tantas ocasiones a lo largo de la historia de la ciencia, Marie Pasteur, (Laurent de soltera), fue la mujer de…y, por lo tanto, la “no premiada”, la “no reconocida”, la “no recordada”.

Educada en un medio intelectual, curiosa e inteligente, se apasionó inmediatamente por las investigaciones de su marido… y se puso a su servicio. Marie Pasteur fue la madre de los y las hijas de Louis Pasteur, el “ama” de su casa, a la par que su ayudante de laboratorio y de investigación, así como su secretaria.

Los estudiantes y colegas del bacteriólogo reconocieron la importancia de Marie en su trabajo. Émile Roux (1853-1933), cofundador y tercer director del Instituto Pasteur, afirmaba que «Marie ha sido el mayor colaborador científico de Louis Pasteur», además de un apoyo moral inquebrantable.

Marie colaboró con las primeras investigaciones de su marido relacionadas con la industria vinícola, de ellas el científico descubrió la isomería óptica. También participó en el estudio de la enfermedad que mataba a los gusanos de seda, y que tantas pérdidas produjo en la producción de la seda en Francia. Era ella la que criaba los gusanos gracias a los que Louis descubrió el hongo que les mataba, de este modo pudieron seleccionar a los individuos sanos y salvar la industria de la seda de su país.

Tras sufrir un accidente cerebrovascular, Louis Pasteur tuvo a Marie como apoyo físico y psicológico. Fue en esta época cuando Pasteur, Louis, estudió la rabia y desarrolló una vacuna contra ella a partir de patógenos atenuados. También en este trabajo la colaboración de Marie fue crucial, ya que ella se hacía cargo de los niños atacados por animales con rabia.

Cuando Louis Pasteur murió, Marie se ocupó de reivindicar su figura y su trabajo, sin embargo, de todas las biografías escritas de Louis, apenas nada se dice de Marie.

MARIE SKLODOWSKA-CURIE (1.867-1.934, Varsovia, Polonia)

No hay ninguna mujer en la historia de la ciencia cuyos logros hayan sido tan unánimemente reconocidos como los suyos. Probablemente es la única científica que todo el mundo es capaz de recordar. Fue la primera profesora de la Universidad de la Sorbona en más de 600 años de existencia, la primera mujer que obtuvo el premio Nobel, y el primer científico que obtuvo un segundo.

En Polonia las mujeres no podían acceder a la universidad, por lo que hizo un pacto con una de sus hermanas, una trabajaría para pagar los estudios a la otra y viceversa, y así podrían ir a la universidad en París. Ya en La Sorbona, se graduó en Física y, posteriormente, en Matemáticas. Fue la primera mujer de La Sorbona en obtener un doctorado en Ciencias.

Conoció a Pierre Curie con quien se casó y tuvo una relación fructífera, tanto a nivel profesional como personal. Ambos anunciaron el descubrimiento de un nuevo elemento, el Polonio, en honor a su país de origen y, más adelante el Radio, elementos ambos capaces de producir lo que Marie Curie denominó radioactividad. El premio Nobel de física otorgado en 1903 por este descubrimiento, excluyó inicialmente a Marie, fue Pierre quién insistió que ella también debía ser premiada. Este descubrimiento sentó las bases de la radioterapia, muy importante como tratamiento para curar el cáncer.

Su segundo premio Nobel (1911) fue un caso sin precedentes, ya que fue en solitario, además del segundo recibido. Este fue en química por el descubrimiento del Polonio y el Radio. Fue años antes a la recepción de este premio, cuando Pierre murió prematuramente atropellado por un carro, Marie sufrió profundamente esta pérdida, pero cuando pasados los años comenzó a tener relaciones con el científico Paul Langevin, la atacaron ferozmente. Marie sufrió mucho por ello y su salud empeoró, más de lo que estaba debido a la exposición a la radioactividad. Eso sí, nadie la insultó cuando en la segunda guerra mundial, junto a su hija Irene y muchachas de toda Francia a las que instruyó, salvó centenares de miles de vida gracias a los sistemas de rayos X portátiles con los que hacían radiografías a los soldados, localizando balas y metralla.

En el final de sus días perdió la vista y sufrió anemias atroces, pero nunca dejó el laboratorio, que fue su vida, hasta que murió en 1935.

FELISA MARTÍN BRAVO (1.898-1.979, Donostia, España)

En 1922, con 24 años, se licenció en Física y posteriormente se adentró en el mundo de la investigación de la mano de su tutor Blas Cabrera. Comenzó a trabajar en el Laboratorio de Investigaciones Físicas, LIF, que dirigía el físico Julio Palacios. En aquella época no era frecuente la presencia de mujeres en los laboratorios, de hecho, Felisa fue la primera mujer del LIF y del grupo de investigación de Julio Palacios. Presentó su tesis doctoral acerca de la determinación de las estructuras de distintos elementos mediante difracción de rayos X. Fue la primera mujer en España que obtuvo un doctorado en física.

En 1927 viajó al extranjero y estuvo en Connecticut y Vermont dando clases de castellano en varios institutos para señoritas. Aunque en aquellas estancias de varios meses no se dedicó a la investigación, ni amplió sus conocimientos en ningún grupo de investigación, no perdió el tiempo y visitó las universidades de Harvard y Yale para conocer sus laboratorios y los avances que en ellos se daban.

A su vuelta, decidió dedicar su carrera a la Meteorología, siendo la primera mujer en obtener una plaza en el Servicio Meteorológico Nacional. Mientras trabajaba de ayudante en el servicio de meteorología, continuó con su labor investigadora en el Instituto de Física y Química de la Universidad de Madrid gracias una beca de la Cátedra Cajal. En el Instituto ahondó en el estudio de estructuras cristalinas

RITA LEVI-MONTALCINI (1.909-2012, Turín, Italia)

La muerte de una mujer que trabajaba en la casa familiar tras ser operada por un cáncer de estómago, fue lo que la empujó a estudiar medicina. Su padre se opuso, hasta que terminó cediendo y pagándole profesores para aprender latín, griego, matemáticas, literatura, etc. Tras sus estudios de medicina (especializándose en neurología y psiquiatría) en la Universidad de Turín, comenzó a trabajar investigando los tejidos nerviosos del bulbo raquídeo. En 1938, tras la promulgación del Manifiesto de Defensa de la Raza por Mussolini, fue expulsada de la Universidad, por judía. Entonces vivió realmente el antisemitismo radical, primero en su país y luego cuando comenzó la segunda guerra mundial. Pero ella luchó contra todo ello trabajando sin descanso. De hecho, montó un laboratorio en su propia habitación para seguir estudiando el sistema nervioso. De estos estudios observó la presencia de una sustancia que intervenía en la plasticidad sináptica. Durante la guerra, Rita se enroló en la Cruz Roja, pero la frustración de no poder ayudar, la hizo dejar el ejercicio de la medicina. Tras el fin de la guerra viajó a la Universidad de Washington donde la estancia se convirtió en el núcleo de su carrera científica. Había un factor misterioso que estimulaba el crecimiento del tejido nervioso. Viajó a Río de Janeiro para aprender a cultivar tejidos, fundamental para continuar con sus estudios. Fue entonces cuando denominó al factor misterioso: “Factor de Crecimiento Nervioso”. El paso siguiente pasaba por su aislamiento, su purificación, para lo que necesitaba de otra ciencia, la Bioquímica. Tras seis años de trabajo, se descubrió que este factor era una proteína. Rita volvió a Italia, y tuvieron que pasar 20 años hasta que la relevancia de su descubrimiento fuese reconocida con la concesión del Premio Nobel. Rita fue muy longeva y estuvo activa hasta sus 103 años. Escribió muchos libros, fue una feminista convencida, nombrada senadora vitalicia en 2001, defendió la investigación y la igualdad. Consciente también de las desigualdades entre países, fundó una fundación para financiar escuelas en países africanos.

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